Y Rubalcaba encendió un puro
Mariano Ferrer
El viaje a Madrid del Lehendakari con su propuesta, la redada de dirigentes de ETA en Burdeos y el barullo en el PP tras el plante de María San Gil componen el un-dos-tres de una semana cuyo relato, para ser completo, debiera recoger también otras cuestiones que merecen atención, sea la fallida elección de Rector en la UPV, la negativa de PP y PSOE en el Congreso a acelerar el blindaje del Concierto Económico, o el ascenso de Ainhoa Etxaide a la secretaría de LAB, por ser mujer y porque Diez Usabiaga pone fin a 16 años de mandato.
El resultado de la entrevista de Ibarretxe con Zapatero era un uno fijo en la quiniela. Ha sido uno de esos “acontecimientos” cuya crónica podía estar escrita de antemano como un obituario cualquiera. Por cierto que, a juzgar por lo dicho y escrito (“un marciano llega a la Moncloa”, “Ibarretxe pretende satisfacer las demandas del terrorismo con la excusa de derrotarlo”, “crea las condiciones para que ETA siga matando en nombre de una presunta voluntad popular no atendida”), muchos hubieran deseado que lo fuera en el sentido literal de certificar la defunción de la iniciativa de Ibarretxe y su tránsito inmediato al tanatorio. De hecho, la comparecencia posterior de Zapatero tenía como objetivo escribir su epitafio (“que nadie lo dude, no habrá ningún referéndum que no respete la Constitución y las reglas democráticas”) sin guardar siquiera las apariencias del convencional respeto hacia el difunto (“hay que venir con algo pensado, consistente y serio... no con aventuras”), y Patxi López se ha dado prisa en anunciar su propuesta “para el diálogo y la convivencia en Euskadi” con la que espera ocupar el vacío tras el entierro del Plan Ibarretxe en las urnas anticipadas.
De momento, sin embargo, la reunión de Moncloa lejos de finiquitar la hoja de ruta (“el pueblo vasco es tenaz y el Lehendakari también”) la encamina hacia su vertiente más comprometida, la que lleva a plantear una consulta que choca con la interpretación que Moncloa hace de la legalidad y pone al PNV ante un compromiso que hubiera deseado poder eludir. Lo intentó negociando con Zapatero un acuerdo genérico para abrir una negociación sin el corsé de los pasos anunciados por Ibarretxe. Fallido el intento, le queda la válvula de escape de proponer una consulta que EHAK no pueda aceptar y llevarla como bandera electoral en forma de plebiscito a unas elecciones anticipadas, aunque no inmediatas. O eso, o un choque de consecuencias imprevisibles sobre las que es aventurado pronosticar nada, sobre todo porque si algo se puede tomar en serio de todo esto es, junto a la determinación del Lehendakari en seguir adelante, la decisión del PNV de no cruzar la raya de la legalidad.
Horas después de la cita en Moncloa, el Gobierno se apuntó un éxito notable con la redada en Burdeos de destacados dirigentes de ETA. Las circunstancias de la operación han dado pie a múltiples elucubraciones. No creo que se eligiera expresamente la fecha para tapar la visita de Ibarretxe que, tal como se desarrolló, no hacía ningún daño al Gobierno como indica la aprobación expresa de Rajoy (“si Ibarretxe no está contento, yo estoy contento”), pero el uno-dos del manotazo desdeñoso a la hoja de ruta y el golpe a ETA refuerza la posición de Zapatero en España. No es casualidad que Rubalcaba hiciera saber que lo celebró con un puro en el avión que le traía de Dakar.
¿Mantuvo el ministro su viaje oficial para no dar pistas de la operación que se preparaba, o fue a Dakar porque la intervención no tenía fecha a la espera de detener al máximo de dirigentes una vez detectado el piso y se adelantó a causa de una filtración? Más parece esto último, pero que sea una cosa u otra cuenta poco si se compara con la relevancia de la redada, magnificada mediáticamente en los diferentes relatos periodísticos que se han apresurado a elucubrar sobre el contenido de la documentación intervenida, o atribuir a Barandiarán responsabilidad en los asesinatos en Andoain cuando era alcalde, sin respeto ninguno a la presunción de inocencia. Este éxito policial deja sin embargo dos preguntes inquietantes. Una la hacía Batllori en su tira de “La Vanguardia”: ¿Debemos felicitarnos por una nueva desarticulación de ETA o preguntarnos cuántas nos faltan todavía?. La otra: si los detenidos, y el piso que habitaban, llevaban tiempo detectados y son quienes ordenaron el asesinato de Isaías Carrasco y la voladura del cuartel de la Guardia Civil en Legutiano, ¿se pudieron evitar esas muertes si en vez de esperar para mejorar el botín se hubiera procedido a detenerlos una vez localizados?
Con el Gobierno dominando la situación, la crisis del PP toma visos de culebrón de sobremesa televisiva. Tras las escaramuzas tácticas de Esperanza que pusieron de manifiesto la debilidad de Rajoy, el obús moral de María San Gil parecía anticipar el asalto definitivo, pero su efecto ha sido despertar la desconocida faceta de un Mariano resistente que desafía a sus críticos a salir a campo abierto, mientras al goteo de deserciones significativas como la de Ortega se une el dato del descenso este mayo, por primera vez desde el 11-M de 2004, de la cifra de militantes del PP. Tal vez sea exagerado afirmar, como Ignacio Camacho, que a este paso al PSOE le bastará con no dividirse para gobernar dos generaciones, pero María San Gil --concebida sin pecado original, como ironiza Puigverd, y ahora mater dolorosa-- no tiene motivos para estar satisfecha de ese órdago que lanzó sin medir las consecuencias (malo) o midiéndolas (peor), ni del número y calaña de quienes salieron a la calle el viernes en Madrid para acosar a Rajoy en su nombre. El PP parece abocado a enfrentarse con dos problemas inmediatos: que el Congreso de Junio cierre la crisis en falso y la falta de unidad interna le incapacite para su labor de oposición, y que la derecha vasca no nacionalista opte por el voto útil al PSE en las autonómicas, o se refugie en la lista de UpyD que espera con las manos abiertas este inesperado regalo cuando se ha cumplido, el pasado 21, el aniversario del anuncio de “Basta Ya “de constituirse en partido político.
Que el trasvase de la derecha más derecha del PP pudiera ser perturbador para el futuro de la incipiente formación que lidera Rosa Diez no disminuye la preocupación de los populares. Y tampoco la de quienes advierten con alarma el peligro de que el PSOE se instale en la comodidad de un gobierno sin oposición. Y que, mientras el PP fuma en pipa ante el riesgo de dejar de ser el “partido de las víctimas” y el temor a una alianza del PSOE con los nacionalistas que descoloque a la derecha española hasta el punto de obligarle a una refundación, Zapatero se siente a compartir el habano con Rubalcaba y capee la Legislatura sin más agobios que los derivados de la crisis económica y la financiación autonómica, sin hincar el diente a los objetivos ambiciosos, y fallidos, de su primer mandato.
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