Cuadro general

Cuadro general

Mariano Ferrer

Con el PP mirándose el ombligo hemos vivido un 1º de mayo propio de un cambio de ciclo, con la inquietud ciudadana por la economía imponiéndose a lo político en el escaparate de las urgencias. Pero en la política vasca no hay cambio de ciclo que valga. Sigue la larga espera del Lehendakari a que el Presidente del Gobierno responda a su oferta de diálogo. Desde el 16 de octubre, más de doscientos días. Y lo que habrá que esperar si, como malas lenguas dicen, la intención socialista es mantener a Ibarretxe macerando hasta que se cueza en su propia salsa. Moncloa lo niega y da por hecho que habrá reunión, eso sí, sin fecha. Pero el problema no es tanto la fecha sino que, cuando se celebre, el diálogo con Zapatero no se desarrolle en los términos que pretende el Lehendakari. Al menos ésa es la versión dominante hoy en el vocerío mediático. Como el calendario corre y conviene estar preparados para lo que pueda venir, parece oportuno hacer un cuadro general de la situación, tal y como nos la cuentan.

A Zapatero no le conviene iniciar la Legislatura enredado en una negociación con los nacionalistas vascos, el contencioso de la unidad de España y el pago de un precio político para terminar con ETA. Ha sabido convertir su renuncia a negociar la mayoría absoluta en un activo de su liderazgo autónomo, y no va a dar al PP un balón de oxigeno que les permita recuperar el pulso opositor y cerrar filas frente al Gobierno. Ni le conviene negociar la hoja de ruta, ni lo necesita. Nadie va a lamentar en España un nuevo portazo al Lehendakari.

Tampoco tiene prisa Zapatero. No ha sido él quien ha puesto plazos, y no es a él sino al Lehendakari a quien le apremian. Es cierto que le interesa encauzar el contencioso vasco y que la opinión pública podría asumir una reforma del Estatuto con más autogobierno dentro de la Constitución -- todos los estatutos están siendo reformados al alza--, pero no le interesa iniciar esa negociación antes de que las elecciones autonómicas establezcan la auténtica relación de fuerzas en la CAV. Y se evitaría no pocos problemas si las urnas llevaran al PSE al gobierno.

El riesgo de que el rechazo de la hoja de ruta lleve al Lehendakari a intentar ejecutarla, consulta incluida, con el choque de legitimidades que implica, molesta en Moncloa, pero tampoco es muy alto. La sociedad vasca no vibra con la hoja de ruta; hasta en el mundo nacionalista provoca sentimientos ambivalentes e incertidumbre, y se preguntan si no es quemar una carta tan importante jugarla en tan malas condiciones:

- el soporte político de la hoja de ruta, el tripartito, está como tal en horas bajas, cuestionado en el seno del propio PNV, y los tres partidos que lo integran desgastados por los resultados electorales y las desconfianzas mutuas. En su actual defensa de la hoja de ruta hay más solidaridad que convicción. Incluso en EA, el partido cuyo apoyo es más explícito, voces significativas se preguntan si realmente debe ser la prioridad política.

- al PNV no se le ve con ánimo para la confrontación con el Estado en defensa de una consulta recurrida ante los tribunales, ni se ve la manera de llevarla a la práctica de ser prohibida, veto que sería ovacionado en España. Para sacarla adelante en el Parlamento vasco haría falta el nada deseado apoyo de EHAK, y la perspectiva de un adelanto electoral si EHAK votara en contra favorece los intereses del PSE. El PNV prefiriría ir a las urnas una vez recompuesto, enfriada la ola zapaterista del 9-M y con el Gobierno socialista debilitado por el desgaste de la desaceleración económica.

Resumen del cuadro que nos pintan: un PNV mendigando un gesto de Zapatero que les permita salir del atolladero con un Zapatero con todas las cartas en la mano para administrar los tiempos.

El Lehendakari, sin embargo, no parece dispuesto a jugar a mendigo, y si sobrellevó en silencio la andanada de José Luis Bilbao, ha respondido a Zapatero cuando éste ha vuelto a contraponer el diálogo posible a la aventura imposible de dar a la sociedad la oportunidad de expresar su veredicto caso de que Zapatero rechace su mano tendida al diálogo institucional en los términos que aceptó en Loiola.

Puestas así las cosas, salvo desautorización expresa del Lehendakari por parte del PNV, que plantearía otros problemas, sólo parece haber dos salidas que eviten el choque institucional:

- un arreglo florentino. Zapatero rechaza el diálogo sobre la hoja de ruta como tal, pero para evitar una confrontación institucional estéril ofrece una negociación abierta, partiendo de cero pero no sometida a la plantilla de Ibarretxe. Éste, por su parte, cumplido el objetivo primordial de abrir un diálogo institucional a fondo, deja sin efecto las cláusulas previstas ante una negativa. Siempre ofreció flexibilidad de haber voluntad sincera de diálogo.

- presentar, caso del repudio de Zapatero al diálogo sin salida florentina, una propuesta de consulta inasumible para EHAK. Rechazada por el del Parlamento vasco, se procedería al adelanto electoral contemplado en la hoja de ruta.

Ambas salidas evitan “lo peor” en términos de confrontación con el Estado, pero no están exentas de problemas.

- la salida florentina es de corto recorrido. En los límites que Zapatero establece para el diálogo no cabe el meollo de lo que Ibarretxe plantea. El estado de indefinición no puede prolongarse mucho porque el calendario electoral apremia, plazo máximo un año. Sin definición, el PNV se enfrenta al dilema de presentar como candidato a Ibarretxe, y tener la hoja de ruta pendiente como espada de Dámocles sobre la siguiente legislatura, o relevarle, con inciertas consecuencias electorales por lo que tiene de renuncio.

- depender de que EHAK rechace la consulta en el Parlamento vasco inquieta al PNV. La corriente de opinión que parece dominante en la izquierda abertzale es la de no permitir entregar al Lehendakari la bandera del derecho a decidir, pero sabrían encontrar argumentos para, llegado el momento, justificar un sí.. Y tampoco favorece al propósito del Lehendakari de ganar la consulta en las urnas, forzar en exceso su formulación para asegurarse el no de EHAK.

Si depender de EHAK incomoda al PNV, tampoco seguir el camino político-judicial que, frente al político-militar de ETA, dirige el PSOE de la mano de Garzón está exento de riesgos. El super-juez acaba de exponer su última elaboración sobre el desdoblamiento, teoría que en su día le sirvió para hacer todo uno --los comandos de ETA y los organismos de la izquierda abertzale-- y ahora para separar las actividades de Ina Galparsoro en su condición de electa, de las que como representante de ANV le llevan a la cárcel. Escribía el jueves Josu Jon Imaz desde Harvard que lo que más teme hoy ETA es un amplio acuerdo que sería su mayor deslegitimación, tarea ésta que considera la principal en esta coyuntura. Puede aceptarse, siempre que no se haga de manera que deslegitime también al Estado de Derecho.

Mariano Ferrer