La recesión cambia de escenario

La recesión cambia el escenario

Mariano Ferrer

Junio nos ha venido a recordar lo mismo que San Agustín a los cristianos hace muchos siglos, que somos ciudadanos del mundo y nada que en él ocurre nos es ajeno. Que la actual contracción económica tenga, en lo fundamental, causas exógenas no nos libra de padecer sus consecuencias. Tres de ellas contundentes: el crack de la construcción, la carestía de los alimentos y la huelga del transporte. Nos afectan a todos, por supuesto, pero de una manera específica al Gobierno socialista que había iniciado al ralentí una Legislatura en la que un PP embarullado en sus disputas internas parecía darle tiempo para vadear la desaceleración económica sin especiales agobios, comodidad para hacer frente a la hoja de ruta del Lehendakari desde el baluarte de la legalidad y margen para sacar adelante sus proyectos con el apoyo instrumental de unos u otros ante la falta de consistencia de una oposición sin nada en común salvo tener todos líos internos.

Ha bastado medio junio para mandar al garete la estrategia socialista de adormecer el inicio de la Legislatura en espera de mejores noticias, económicas y de encauzar el debate sobre la financiación autonómica. Para la recesión no va a haber lluvia que, como en el caso del trasvase, haga desaparecer el problema de la noche a la mañana, y el Gobierno se enfrenta de golpe a una situación mucho más incómoda de lo que esperaba. Como bien apunta Ramoneda, la pasada Legislatura fue de mucha crispación pero sin apenas conflictividad social, y al llegar ésta le ha cogido al Gobierno desentrenado. Con una agravante: a diferencia de lo que ocurría con la crispación política, no tiene oposición sobre la que descargar responsabilidades.

Que no sea directamente responsable, no le libera de la urgencia de buscar soluciones. Eso y no otra cosa es gobernar, le recordaban estos días desde ABC. Y al buscar las soluciones puede encontrarse con que la falta de aliados sólidos, que creía no necesitar, puede ser un problema mayor del que suponía ahora que el PP no parece dispuesto a ser el coco que une a los demás. Zapatero ha experimentado esta misma semana en el Congreso por partida doble el sinsabor de la soledad parlamentaria. En una tuvo que hacer suya, para salir del paso, la moción del PP sobre medidas para hacer frente a la crisis. En la otra, se quedó sólo primera vez desde 2004 al fijar el umbral de gasto presupuestario para 2009. Y las cosas no van a ser más fáciles en el futuro. De ahí los piropos de J.A. Alonso a CiU como partido responsable “con el que no sería extraño buscar fórmulas más o menos estables de colaboración”, caramelo envenenado a juicio de Urkullu (“el PSOE lo único que quiere es gobernar tranquilo”) que Artur Mas se niega a llevarse a la boca: “mientras el PSOE no cumpla sus compromisos con Cataluña y CiU sea oposición en el Govern”, advirtió de inmediato al portavoz del grupo socialista

Mientras Moncloa se ve de la noche a la mañana en la necesidad de revisar su estrategia, también en el tripartito vasco se observa un ligero cambio de angular: se celebre o no la consulta, parece enfriarse la opción de cortar en seco la Legislatura. Habrá elecciones anticipadas, pero lo justo para cumplir la hoja de ruta, es decir, lo menos anticipadas que sea posible sin dejar en mal lugar al Lehendakari. Al PNV le conviene mantener a López como aspirante sin elecciones a la vista, y ganar tiempo para preparar la ciaboga electoral mientras se diluye el efecto del 9-M en la medida que la crisis desgaste a Zapatero. Esto implica que el tripartito vasco recupere una agenda de gobierno con iniciativas que le saquen del monocultivo de la consulta, tarea en la que también se empeña el PNV con su “Think Gaur Euskadi 2020”.

A la espera de que la desactivación de la huelga de transportes devuelva a primer plano el choque de trenes de la consulta conviene no pasar por alto dos intercambios significativos entre el PNV y el PSOE, uno en el Congreso entre Erkoreka y Zapatero sobre las tansferencias, otro en los medios entre Urkullu y Eguiguren a propósito de lo negociado en Loyola durante el proceso de paz.

En el intercambio del Congreso, Erkoreka reprochó a Zapatero el continuado incumplimiento del Estatuto, todavía con importantes transferencias pendientes. La respuesta de Zapatero fue sorprendente al condicionar el traspaso de dichas competencias a la lealtad del PNV al actual marco jurídico. No es en sí mismo nada nuevo. Hace años que sabemos que la retención de competencias tiene que ver con la aspiración nacionalista de ir más allá del Estatuto, pero la crudeza con que lo expuso Zapatero obliga a una puntualización. El Estatuto de Gernika no es patrimonio de los nacionalistas, y menos aún del PNV. Pertenece a la sociedad vasca que lo refrendó. ¿En qué se basa Zapatero para permitirse castigar a la Comunidad Autónoma vasca, reteniéndole competencias que le corresponden, en virtud de la alegada “deslealtad” que supone el planteamiento soberanista de la iniciativa de Ibarretxe? Una cosa es que, como dice Rubalcaba, el derecho a decidir no quepa en su lectura de la Constitución y que lo negociado en Loyola o la consulta del Lehendakari no sea ahora materia de acuerdo posible, y otra que se dé el salto a justificar por ello el incumplimiento del marco legal estatutario. Lo que nos lleva al segundo intercambio.

No hacía falta leer las notas de Urkullu sobre la reunión PNV-PSE este pasado 11 de febrero para saber que lo discutido en Loyola tenía por delante, aun en el caso de que lo acepara la izquierda abertzale, un largo recorrido antes de hacerse realidad. Sabíamos también que el PSOE no está dispuesto a considerar sin más lo entonces pre-acordado como punto de partida para futuras negociaciones. Para los socialistas, terminada la etapa excepcional en que se dio aquel diálogo, cualquier nuevo intento empieza de cero, y el diálogo con el PNV o el Gobierno vasco no necesita cauces extraordinarios y basta el Parlamento.

Nada de esto es una sorpresa ni está falto de argumentos. Pero deben mostrarse prudentes porque rozan terreno resbaladizo. Cuando Rubalcaba dice al Lehendakari que no se moleste en plantear lo mismo que ETA porque la respuesta va a ser que no, está, para empezar, admitiendo la negociación política con ETA. Y poner en pie de igualdad en cuestiones políticas a las instituciones democráticas y a ETA no es precisamente deslegitimarla. Pero hay algo más. La respuesta de Eguiguren y su desinterés por profundizar con el PNV y el Gobierno vasco lo tratado en Loyola trasluce la inquietante sensación de que los socialistas vuelven a la apuesta por la derrota policial y judicial de ETA y Batasuna en la confianza de que, con el cambio que se está dando en la sociedad vasca, el “llamado conflicto político” no se tiene en pie y con López en Ajuria Enea se encarrilará sin mayor dramatismo. Tal vez, pero mejor que no estén muy seguros.