Bilbao saca a bailar a Salomé

Mariano Ferrer


A dos meses de que venza a finales de junio la primera letra de la hoja de ruta, el Diputado General de Bizkaia ha disparado un misil desde la Fundación Sabino Arana y enviado un recado. El misil era para el tripartito, y lo deja temblando; el recado para el Lehendakari, y le deja en precario. No me voy a entretener en elucubraciones. Ignoro si José Luis Bilbao iba por libre o daba voz a los jobuvis; si se limitó a decir lo que le pedía el cuerpo o preparaba el terreno a lo que iba a decir en Madrid al día siguiente el Presidente del EBB. Tampoco sé hasta dónde quería llegar. Al día siguiente pudimos leer en este periódico que había puesto patas arriba la hoja de ruta del Lehendakari y, en “Deia”, que ofrecía un pacto para la convivencia que permita cambiar el marco jurídico. Como esto último se asemeja mucho a lo que plantea Ibarretxe, parece que Bilbao no reniega del objetivo que persigue la hoja de ruta, pero dista de sentir entusiasmo por el diseño del Lehendakari para alcanzar esa meta. Urkullu, en la misma línea y sin renegar de la hoja de ruta, garantizaba al día siguiente en Madrid que el PNV es un partido sensato que no hace barbaridades ni está para aventuras.

Bilbao dijo más cosas, y de manera más inequívoca que su posición respecto de la hoja de ruta. No le gusta la fórmula del gobierno tripartito. La considera agotada y sin futuro. Desde luego, la situación actual del tripartito dista de ser sólida. Las dos últimas elecciones han reducido su peso electoral, se han puesto de manifiesto notables discrepancias entre los socios en proyectos estratégicos, tienen dificultad para sacar adelante importantes iniciativas legislativas y, a día de hoy, no parece una apuesta segura de estabilidad. Bilbao tiene, sin duda, argumentos para su diagnóstico, pero exponerlo en estos momentos y en esos términos --lo compara con la caducidad del yogur y acusa de deslealtad a EA y EB--, es lo más parecido al fuego amigo. Con Madrid pidiendo la cabeza de Ibarretxe, es como sacar a bailar a Salomé para que el PSE se vaya haciendo a la idea.

Esta toma de posición respecto de la gobernabilidad futura se complementa con la decidida apuesta por un acuerdo estratégico con el partido socialista que permita superar el conflicto político. Bilbao descarta de plano la estrategia alternativa de acumulación de fuerzas nacionalistas. La considera equivocada, como puso de manifiesto el fracaso de Lizarra que el PNV no debe repetir. Para el Diputado General de Bizkaia no hay proyecto nacional posible con una izquierda abertzale revolucionaria --antisistema, autoritaria y fascistoide-- de la que le separan no sólo los medios sino también los fines: la Euskadi del PNV es otra.

Si añadimos a esto la descalificación del PP --derechona españolista, retrógrada, carca, monárquica y caciquil-- y del resto de fuerzas políticas, para Bilbao “marginales”, la lista de novias de la gobernabilidad estable se reduce al PSE. No puede decirlo más claro: un acuerdo que cuente con amplio respaldo social, político y electoral que permita gobernar, hacer política y dar respuesta a las demandas de la sociedad, sólo puede ser articulado por el mundo socialista y el nacionalista democrático. El problema es pasar de las buenas intenciones a su corolario práctico. Porque si a la pretensión de asegurar la gobernabilidad añadimos la ambición de resolver el problema político por la vía de la superación del actual Estatuto, hablamos de palabras mayores. A tenor de los contenidos que Bilbao especifica, semejante acuerdo estratégico debe ser capaz de:

- construir un nuevo marco jurídico político con garantías de respeto y cumplimiento para evitar lo ocurrido en tantas ocasiones con el Estatuto;

- expresar y articular la capacidad de decidir nuestro futuro;

- recoger la necesidad de un cambio profundo en el modelo de relación y de encaje de la CAV en el Estado español de forma que podamos superar el conflicto político entre Euskadi y España.

La pregunta del millón es cómo se consigue eso con el actual PSE y qué ocurre si no resulta posible en los términos pretendidos. Porque, matiz arriba, matiz abajo, la hoja de ruta del Lehendakari persigue un acuerdo de convivencia similar al que propone Bilbao. El calendario concreto de la hoja de ruta es sólo un dispositivo para tratar de desbloquear la situación en que nos encontraríamos caso de que tal acuerdo fuera imposible. Algo que por otra parte Bilbao no descarta en absoluto. Reconoce que las estrategias y necesidades electorales particulares e inmediatas son un obstáculo y que el PSE no parece en disposición de suscribirlo.Y no sólo por razones de contenido. También porque el partido socialista vasco tiene sus ojos puestos en Ajuria Enea y no necesariamente para compartirlo con el PNV. El alcalde de San Sebastián Odón Elorza alienta alianzas de izquierda para romper con la premisa del pacto inevitable con el PNV, y habrá otros dispuestos a mirar a la derecha. Que un gobierno de coalición sin el PNV parezca fuera del alcance del PSE no significa que el acuerdo estratégico que postula Bilbao esté al alcance de su partido. ¿Y entonces qué?

Es lo que no abordó el Diputado General de Bizkaia en su discurso. Se puede comprender que Bilbao considere problemático enrocarse en la formulación actual de la hoja de ruta, bien porque supone una dificultad añadida al acuerdo con los socialistas al resistirse éstos a una negociación encajonada en ese calendario, bien porque no se da la condición de ausencia de violencia, bien porque el PNV no está para plantear al Estado el envite de una consulta declarada ilegal, o porque llevarla a cabo en estas condiciones arriesga quemar una carta que solo puede jugarse en condiciones mucho más favorables que las actuales. Pero no nos engañemos, el problema no lo ha creado la hoja de ruta de Ibarretxe. La hoja de ruta de Ibarretxe tiene su origen en la imposibilidad de abordar razonablemente el problema de fondo. De haberse podido solucionar en los términos que Bilbao plantea, la hoja de ruta nunca se hubiera escrito. Algo que debieran tener en cuenta cuantos desean, y quién no, sustituir la confrontación por el acuerdo.

Decía Urkullu el jueves que si Zapatero no acepta la mano tendida de Ibarretxe, habrá choque de trenes y el PSOE se encontrará con un PNV más fuerte de lo que cree. Ayer, todos los periódicos de Madrid daban por seguro el adelanto de las elecciones. Veremos si segarle la hierba al Lehendakari y sacar a subasta el tripartito es la mejor manera de “echar madera” a la locomotora electoral.

Mariano Ferrer

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