Bienvenido, míster Obama
Patxi X. Lasa
La elección de Barack Obama como presidente de los EEUU debemos considerarla, sin ningún género de dudas, como un hecho político transcendental y de enorme repercusión para el futuro de la ciudadanía norteamericana así como para gran parte del mundo.
Transcendental y de enorme repercusión no porque Barack Obama sea un peligroso izquierdista, que no lo es, o porque pretenda un cambio inmediato y radical del actual modelo político y económico, que tampoco lo ha dicho ni hará, sino sobre todo, por el tiempo y la forma en que se ha producido su victoria y por la esperanza e ilusión social que ha generado su mensaje de cambio en la parte más desfavorecida de la sociedad y que en el futuro puede posibilitar una mayor presión y una mayor profundización en la transformación y avances sociales que necesita la sociedad norteamericana.
Debemos recordar, en primer lugar, que el destino de millones de personas que viven tanto dentro como fuera de los EEUU están y van seguir estando, en los próximos años, en manos de los que toman las decisiones en EEUU, por lo que la elección de Barack Obama pone fin y alivio a casi una década de gobierno de la administración de George Bush, un administración déspota e imperialista que será recordada en el ejercicio de su quehacer político como uno de las administraciones más sangrientas, ultraconservadoras y antisociales de la historia reciente.
En segundo lugar, señalar que la candidatura y posterior victoria de Barack Obama, primer presidente “no blanco” de los EEUU, ha sido posible gracias a una movilización y a una participación ciudadana sin precedentes en los últimos años, que ha dado como resultado una participación electoral histórica de los que nunca votan y que solo ha sido posible gracias al apoyo expreso y mayoritario de la comunidad afroamericana (90 % de apoyos), de los hispanos (70 % de apoyos) y de una amplia mayoría de la juventud y de la clase trabajadora, en definitiva, de la mayoría de la sociedad civil norteamericana.
También creo que es necesario dejar constancia y en tener lugar, que la victoria de Barack Obama es la victoria de muchos americanos y americanas que desde hace decenas de años han luchado y trabajado por la igualdad y el respeto a los derechos humanos en los EEUU; de muchos de los que día a día han luchado y seguirán trabajando en sus comunidades por acceder una sanidad pública de calidad que les posibilite una mayor esperanza de vida (32 millones de norteamericanos/as no llegan a los 60 años); de muchos de los que aspiran y traban por una vida digna y confortable (45 millones viven bajo el nivel de pobreza) o de los que reivindican y trabajan por una educación accesible (52 millones de norteamericanos/as son analfabetos); la victoria de Barack Obama es la victoria de los que han trabajado y sin duda seguirán trabajando en los próximos años para que las relaciones entre los países se fundamenten en el respeto, la solidaridad y el entendimiento entre naciones, compuesta por hombres libres, en paz y sin violencia.
Por último, reconocer que el discurso y los mensajes electorales de Barack Obama han estado cargados de propuestas claramente progresistas: su convicción en la necesidad de reordenar las prioridades de los fondos públicos y comprometer a las instituciones públicas en la atención de las necesidades de la sociedad por encima de los intereses del gran capital; sus críticas a los excesos del neoliberalismo y de la especulación financiera; su compromiso a retirar las tropas de Irak en el año 2.010; su énfasis en la necesidad de privilegiar el diálogo por encima de las medidas de fuerza; su apuesta por la eliminación de las armas nucleares; la posibilidad de poner fin al embargo y cerco de Cuba y a clausurar la prisión de Guantánamo; su compromiso en la lucha contra el hambre, la pobreza y la enfermedad en todo el mundo y un largo etcétera hacen pensar que sin esperar cambios radicales en el ejercicio del poder de los EEUU, con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, sería injusto no reconocer las marcadas y positivas diferencias políticas y humanas entre el triunfador de los comicios norteamericanos y sus predecesores, particularmente con Ronald Reagan y George Bush.
A su favor su energía, su estilo, su capacidad de comunicación y de generar una posición mayoritaria en la sociedad norteamericana a favor de la esperanza, del cambio y del entendimiento entre los pueblos en la búsqueda y construcción de un mundo mejor y más estable.
En su contra esa inevitable prepotencia y complejo de superioridad que todo norteamericano parece tener, que también ha aparecido en alguno de sus discursos, pero sobre todo, la radical oposición que va a sufrir por parte de los poderes económicos más neoliberales y lobis de presión ultraconservadores de los EEUU.
A corto plazo dos asuntos van a ser claves para una mayor evaluación y credibilidad de sus posiciones y de su acción política, por una parte, la posición que finalmente tome EEUU en las guerras de Irak y Afganistán, y por otra el contenido real de las medidas económicas y sociales que tendrá que poner en marcha ante la grave crisis que vive y padece la sociedad norteamericana.
Mientras tanto, y pese a mí relativo pesimismo sobre la condición humana y su capacidad de autodestrucción, en este mundo tan lleno de incertidumbres estoy seguro que somos muchos los hombres y mujeres progresistas y de izquierda a los que nos gustaría ver a EEUU compartiendo problemas y arrimando el hombro.
La posición, los instrumentos y los recursos con los que va a contar Barak Obama para sumarse y trabajar por una transformación global a favor de la mayoría y por mundo más sostenible son extraordinarios y en cualquier caso que EEUU se humanice es esperanzador para todos, la oportunidad de Barack Obama para posibilitar otro mundo posible, es inmejorable. El tiempo lo dirá y actuaremos en consecuencia, mientras tanto y no demuestre lo contrario, bienvenido, míster Barack Obama.
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